~

 y
   es
     el 
       rizo 
        de 
      su 
 pelo 
    que
       me
          lía, 
         es
       la 
        espiral 
           de
         mi
            locura.

¿dónde estás?

No puedo buscarte. Ni sentirte.

Puedo imaginarte, desearte.

Ni mirarte, ni tocarte.

Puedo notarte, solo en ausencia.

No tengo tu presencia.

Tengo tus ganas, nuestra impotencia.

No veo tus huellas, no huelo tu cuello.

Tengo cartas para ti, mil poemas a los que les falta nombre

Pero no tengo tu dirección, ni el color de tus ojitos.

Tengo mi café a medias

No tengo tu café, porque no sé cómo te gusta el café

Tengo tu idea, pero no te tengo a ti.

Seamos honestos

Le robé el arco a cupido y, mirándola a los ojos,

 disparé a la pared que cubría sus espaldas.

 Porque ella no se merece un corazón roto,

 porque yo no me merezco disfrutar de su corazón 

todavía entero.

Tengo una teoría

De madrugada, solo de madrugada, somos nosotros.
Quiero decir,  solo ese rato de pleno silencio, de plena oscuridad, cuando todo lo que somos, lo que pensamos, lo que queremos, se personifica en nosotros mismos, somos auténticos, reales, verdaderos..
Llega un punto en la noche en el que eres tú, en tu más puro y bello estado, sin importarte nada ni nadie.
Por eso mendigo charlas de madrugada, porque a las 5 de la tarde me pareceis todos iguales.

29#

es tu 'crack' interior, la caída al vacío de tu alma, la que se llevará a quién se ponga por delante. Y a quien no.
Pasa todo tan rápido, tan sencillo, simplemente lo que estaba ya no está, todo cae en picado, no puedes evitarlo, pero si recuperarlo. Levanta.

esto es lo que no iba a ser

Hoy, dejaremos de ser ceniza, seremos la chispa de un único mechero.
Hoy, perros sin dueño, solo nosotros, creando lo nuestro.
Porque hoy es solo hoy y mañana no está escrito, porque ayer no te tuve y ahora casi puedo olerte, porque no es una noche cualquiera, porque hacemos nuestra cualquier noche.
Y la madrugada en ayunas no es tanto, estando la Luna llena, llenando tú mis brazos.

acabó la magia en desamor

Colgué de sus clavículas las manecillas de mi reloj,
 se me escapó la arena entre sus sábanas.
Metí el corazón bajo llave, porque verla y no enamorarse me parecía imposible, improbable, y que la luz del día llegase tarde, o que no llegase,
o que se quedase la Luna conmigo haciendo guardia de su espalda desnuda, de su oleaje,
 que tallase el ámbar de sus ojos en mil miradas atravesando el humo del último cigarro, el último de tantos..